Maquiavelo es el autor más conocido, y quizá el más importante, entre los iniciadores de la teoría política moderna, sobre todo por su contribución a la fundamentación teórica del poder absoluto del monarca. En sus obras estudiará los mecanismos reales del poder y los medios para conservarlo.

Frente a la tradición de obras que pretendían exponer las virtudes que debía tener el gobernante, virtudes cristianas, a Maquiavelo le preocupan las virtudes políticas que debe ejercitar quien ostente el poder.

Abandona así las preocupaciones morales o los criterios ajenos al ejercicio de la política cuya finalidad debe ser la eficacia en el poder para bien de la República. De aquí deriva el llamado maquiavelismo, término con el que se designa la práctica política según la cual los medios quedan subordinados a los fines. Sin embargo, la aportación principal de este autor es la contribución al análisis teórico del concepto moderno de Estado.

1.Vida

Niccolò Machiavelli nace en Florencia en 1469. Hacia los veinticinco años comienza su interés por la política. En 1498, entra a formar parte del gobierno de la recién instituida República de Florencia. Como secretario de la segunda cancillería ejerce misiones de diplomático ante Luis XII de Francia, el para Julio II o el emperador Maximiliano I, entre otros. Fruto de estos encuentros, extrae Maquiavelo una valiosa experiencia que plasmará en su obra política.

Tras caer la República en 1512 y regresar los Médici a Florencia, Maquiavelo, considerado sospechoso, es desposeído de sus cargos, encarcelado y torturado.

Una vez liberado, se retira a una finca de su propiedad en San Casciano, en las cercanías de Florencia, donde redacta sus dos obras políticas destacadas: El príncipe (1513) y los Discursos sobre la primera década de Tito Livio (1520).

La primera obra, dedicada en tono elogioso a los Médici, le permite congraciarse con la corte y reintegrarse a la vida política, que ya no abandonará hasta su muerte en 1527.

Su obra El príncipe, muy estudiada y debatida, ha influido en la filosofía política y en la filosofía del Estado. Según Maquiavelo, la observación atenta de la experiencia le permite reflexionar sobre la naturaleza del poder político y sobre las maneras de conservar este poder.

2. Un nuevo enfoque de la política.

Su pensamiento político nace de la experiencia personal como secretario de la Segunda Cancillería de la República de Florencia, y como diplomático. Todo ello le hace conocer la monarquía absoluta y sus modos de actuar.

Estos antecedentes llevan a pensar que la preocupación fundamental de su pensamiento se centra en exponer cuál ha de ser el comportamiento del príncipe, es decir, cómo un gobernante ha de actuar para mantener el poder. Si bien éste es uno de los temas que más ha trascendido de su pensamiento, al amparo del éxito de su obra El príncipe, tomado como manual de cabecera para el ejercicio del poder sin escrúpulos, sus verdaderos intereses y aportaciones a la teoría política se anclan en la defensa de la libertad de los ciudadanos y en la correcta organización y conservación del Estado.

Así, toma en consideración la experiencia histórica y, como verdadero hombre del Renacimiento, acude a los ejemplos de los clásicos, en especial los clásicos latinos. Elabora los Discursos sobre la primera década de Tito Livio, obra fundamental para entender su teoría política. No trata en ellos de establecer cuál es la forma de gobierno más perfecta sino de aprender de la historia la forma correcta de gobernar. Para ello acude a la historia de Roma, considerando que ésta fue una República perfecta, según la tradición clásica, analizando en ella los mecanismos que llevan a una sociedad a organizarse perfectamente y la contribución que debe tener el gobernante.

3.Los ingredientes de la política: virtud y fortuna.

Su conocimiento de la historia y la experiencia personal-es depuesto, procesado y desterrado entre 1512 y 1525-, en la turbulenta época de la República de Florencia que le tocó vivir, le reafirma en su convencimiento de que todas las sociedades están expuestas a una proceso de degeneración que debe tratar de evitarse.

Para él, las repúblicas son similares a organismos vivos que nacen, crecen, se expansionan y mueren. En este proceso interviene la virtud, es decir, la fuerza vital, que permite su funcionamiento y permanencia como sociedad organizada. La virtud, en este sentido, está presente en el organismo vivo o en el organismo políticamente sano y, por ello, se debe tratar de mantenerla mediante una organización correcta de las garantías jurídicas y políticas que evite la intervención de la fortuna. Su finalidad es el ejercicio de la libertad y permitir la autonomía de todos los miembros de la República.

En caso de desorganización de la república y a fin de controlar o secundar los caminos de la fortuna, fuerza ciega a la que los hombres no pueden oponerse, la virtud obliga a tomar medidas extraordinarias que puedan llevar a evitar su quiebra o renovar, en la medida de los posible, la República.

El arte de la política consiste, fundamentalmente, en conservar la virtud, es decir, el ejercicio del poder debe estar dirigido a conservar la sociedad, siempre en peligro de desaparecer. Se trata de un arte que se puede aprender, tanto mirando al pasado como viendo el presente, ya que la naturaleza humana, sus “pasiones”, han sido siempre las mismas y, por lo tanto, lo que ha sucedido una vez es susceptible de repetirse.

Hay que tener en cuenta que Maquiavelo parte de una consideración negativa de la naturaleza humana. Según él, en esa naturaleza está el tener que elegir pero sin poder descartar el mal; es más, hay que considerar, como una medida de prudencia para la tarea política, que los hombres son, en principio, malos. Son las pasiones las que dirigen su conducta: la ingratitud, la astucia, el engaño, etc. Su comportamiento está inclinado hacia el egoísmo y los hombres solamente se vuelven buenos por la coacción, por lo que es necesario la ley.

La historia está también dirigida por las pasiones humanas, causa de los conflictos políticos y económicos. Por ello, el fundamento correcto del Estado se debe basar en la ley y en las armas: la primera para organizar la República y las segundas, para resolver cualquier contingencia.

A pesar de este planteamiento negativo sobre la naturaleza de los hombres, defiende su buen sentido, pues afirma que el pueblo es más prudente que el Príncipe, y defiende el innato impulso de los hombres y de la sociedad por la búsqueda constante de la libertad.

4. La lógica del poder.

La experiencia histórica nos muestra que las sociedades están sometidas a un proceso de degradación que exige periódicamente una nueva fundación. Ante esta necesidad, Maquiavelo considera que es más oportuna y eficaz la actuación de un solo hombre que el de un grupo que siempre podría manifestar intereses contrapuestos.

Es en este caso donde cobran sentido pleno las teorías expuestas en su obra El Príncipe, que trata de la adquisición y conservación de su principado nuevo. Ya sea que el príncipe alcance el poder por nueva fundación o por herencia, su primer deber es defender el Estado y conservarlo.

Para ello, debe tener en cuenta la naturaleza humana, es decir, el juego de las pasiones bajo las que funciona. Sólo si las tiene en cuenta podrá cumplir con su deber e imponer el fin político deseado. Tendrá que utilizar la virtud, no en sentido moral, sino como coraje y audacia. Sólo así podrá conservar el poder ya que, en caso contrario, se verá enfrentado a la fortuna, es decir, a la casualidad siempre presente, a la que nunca podrá dominar plenamente. El príncipe no puede detenerse para perseguir su objetivo: conservar el poder y construir el Estado.

5.Las características del buen gobernante.

El príncipe inteligente ha de conciliar los intereses contrapuestos de los diferentes actores de la escena política: el pueblo, la nobleza y el propio príncipe. Debe buscar la alianza de unos y otros, cuando sea necesario, sin que por ello esa alianza tenga un valor permanente, sino únicamente en cuanto instrumento para sus propios fines. Es necesario que entre sus cualidades se encuentren la humanidad, la sagacidad y la fuerza de carácter, en igual proporción, y usar de una u otra según las circunstancias, lo que le permitirá mantener el apoyo necesario de los súbditos aunque a veces sean traicionados.

Es este comportamiento el que ha sido considerado, a menudo, como fundamento de la actuación maquiávelica, es decir, la excusa perfecta para todo tipo de excesos del poder. De ahí que el término “maquiavelismo” haya sido asociado con demasiada frecuencia al dominio despótico e inmoral de un gobernante sin escrúpulos que practicaría una política que subordina los medios a los fines.

Sin embargo, cabe decir a favor de Maquiavelo que, a su juicio, el fin que justifica todos los medios no es otro que el buen gobierno de la República y la estabilidad del Estado. Y si afirma que el príncipe debe estar preparado para usar la violencia, si es necesario, aun cuando siempre deba aparecer al pueblo como lleno de humanidad, y de nada le serviría a un gobernante ser bueno si sus súbditos le vieran como a un tirano.

Además, dado que el príncipe debe parecer bueno y magnánimo ante el pueblo, aunque no lo sea de verdad, deberá, en consecuencia, adoptar medidas que favorezcan a la sociedad con el fin de mantener su imagen y conservar el poder. De este modo, indirectamente, se favorece el buen gobierno del Estado.

6. La autonomía de lo político.

La aportación que hace Maquiavelo a la filosofía política desde su análisis de la forma en que debe actuar el príncipe es el principio de realismo político. Según este principio, lo político tiene sus propias leyes y deja fuera de su dominio toda consideración de índole moral. Sólo si logramos entender el funcionamiento de la realidad política mediante la observación atenta de sus reglas de juego, podremos actuar con eficacia en el gobierno de la comunidad.

Esta posición radical supone la separación entre moral y política, abandonando la tradición que, desde Platón pasando por el cristianismo, defendía que el Estado debe fundarse sobre criterios éticos. Para Maquiavelo, el único principio de moralidad y el lugar de su realización es la República.

Frente a la posición tradicional que supone considerar que la moralidad reside en el individuo y que la política debe contribuir a esta realización, Maquiavelo recupera la tradición presente en Aristóteles para el que la política es superior a la ética porque ésta trata sobre el bien individual y aquélla sobre el bien común, que es siempre superior. Por eso defiende que el ideal del Estado es la mejora de la conciencia moral de los ciudadanos, ya que lo que a él le interesa no es el individuo sino el ciudadano.

Esta consideración del ciudadano como centro de toda su teoría, y a pesar de la importancia dada al príncipe como fundador de la nueva República, demuestra que Maquiavelo no defiende la persistencia de la dictadura del príncipe, sino que defiende en todo momento el republicanismo civil.

El absolutismo solamente puede ser entendido como un momento, quizá necesario para regenerar una sociedad corrompida, pero la forma moral de la organización social y política debe ser la de ciudadanos libres, ya que en todas partes los hombres tienden a vivir libres mientras que los príncipes tienden a oprimir.

En el momento de formación de las monarquías absolutas, Maquiavelo defiende la democracia bajo la forma de república, como lugar de refugio de la libertad.

(AA.VV. Paradigma 2. Historia de la filosofía. Editorial Vicens Vives. Barcelona. 2003)